
La VR crea entornos inmersivos controlados para trabajar fobias, ansiedad, dolor y entrenamiento de habilidades emocionales. El terapeuta ajusta la exposición de manera gradual y segura, integrando técnicas basadas en la evidencia (p. ej., TCC), mientras el paciente practica estrategias de regulación en contextos simulados de alto realismo.
Su relevancia radica en acortar la distancia entre teoría y práctica. La VR permite repetir escenarios, medir respuestas y avanzar a ritmo del paciente, aumentando autoeficacia y transferencia al entorno real. Bien implementada, potencia el aprendizaje emocional, reduce evitación y mejora la confianza para afrontar situaciones cotidianas.


